Que de recuerdos el cumplir los 16 o 17 y pasar al lado oscuro, la calle Fuencarral. El llegar en metro hasta el edificio Telefónica olía a viernes tarde, a copeo vespertino, transigente con lo nuevo, éramos las nuevas mentes, la generación que invadía tiendas, bares y cafeterías, mirando al exterior, mirando a lo ajeno, trayendo una mentalidad generalmente comprometida con hacer de la Gran vía un eje moderno y cosmopolita, guardando los resquicios de lo que ha sido siempre. De esas madrugadas vacías en las que un Manolete, o una Gadner salían sujetados de Chicote, eran otros tiempos, pero esos edificios, tan parisinos entonces, tan nuestros ahora, helaban las mentes de los que acertaban al decir que ya no era de noche...Ésto se reencarno en la salida del Xenon, madrugadas de drags reconvertidas, de ambiente etéreo y confundido, de color flúor, de búsqueda de antros, hechiceros de deseo...de barrenderos y mangueros, de ambientes de Berlanga, de luces prostitutas, y dulces burundangas que se olvidan de todo y cogen el metro...
Que de Antonio López, que de toreros, y que de neones que abren fuego en los techos. Algunas me tocó vivirlas, otras me las contaron como secretos, pero aún sobreviven parte de esos, y ya formo parte de ellos...taxis con luces verdes, travestis y doñas con sombreros, todo parece circular como uno, como si la norma fuera el respeto, todo se fusiona y todo se rehace en Gran vía, y reinterpretando un pasado me pregunto con revuelo que historia será la siguiente que me transmita consuelo.